miércoles, 30 de noviembre de 2011

La Inocencia 1º parte. Una Visión Antropológica


“La familia, además de servir a la supervivencia, persigue objetivos de distinta naturaleza como son la intimidad, la cercanía, el desarrollo, el cuidado mutuo y el sentido de pertenencia” (Musitu)

Cuanta es la significación contenida en esta sola frase, y que bien condensada, verdad?. La familia no es solamente, la consecuencia de una pareja progenitora, ni un espacio que garantiza la viabilidad de una cría humana. Es mucho más que eso. La familia representa la raíz emocional y psíquica del ser humano. Quizas podríamos preguntarnos por aquellos que no han tenido familia, que han sido desarraigados nada más nacer... y a lo mejor tampoco hay que ir lejos, basta con mirar en el interior de de cada uno de nosotros ¿Como es esa impronta? ¿Para que mas?
Nos ilustrarnos, al echar un vistazo a los trabajos de Bowlby y Mary Ainsworth para darnos cuenta de la gran transcendencia del vínculo de apego o pertenencia en todo el mundo animal, de los correlatos de calor y cuidado, de cercanía o lejania, de desarrollo o fijacion, de confianza e intimidad o de su falta….

Voy a tratar de unir algunos cabos... Tenemos el sentido de pertenencia, o apego necesario que estructura el “yo” como dirían los psicoanalistas y los no psicoanalistas.  Y además, segun  mi percepción, relacionado con la viabilidad del proceso o del armonioso desarrollo, el estado de conciencia que aflora de modo inherente en el cachorro humano; ese estado de Inocencia.

¿Qué son los niños? ¿Qué son de verdad? decia el ilustre Saramago; “son otra especie humana” y asi concluía en uno de sus relatos cortos; La Nieve Negra; “…Dentro de un mes llegaremos a la luna. Pero ¿cuándo y cómo llegaremos al espíritu de un niño que pinta la nieve negra porque murió su madre?”
Saramago apunta a que el corazón del niño está por explorar, descarta teorías pedagógicas, analíticas y evolutivas… por qué no responden a su pregunta, no explican el brillo, la creatividad y el estado de conciencia del niño.

No es mi pretensión, hacer de esto un nuevo tratado sobre cómo se gesta la identidad humana en cada niño, tan solo, recojo la invitación tratando de mantener como brújula esas cuestiones que plantea el escritor.
Hablar de ser niño, es hablar de su conciencia, y de ese "estado" de ser que es la Inocencia.
A mi me parece sugerente, pues apunta a la vivencia del mito del paraíso. Desde este punto de vista, puede decirse que un niño nace en "el paraíso", asi cuando es expulsado, entra en el mundo de los adultos y de la sociedad. Entonces, su estado de conciencia pasa a ser otro bien distinto. En todo este transito, que puede parecer un proceso natural, no lo es tanto, pues viene muy determinado con un proceso que implica no solo a la familia sino al sistema. Tiene que ver con la gestion de esta evolucion o desarrollo, es decir, con el proceso de educación. Y llegados aqui parece que estamos destinados a ser un ladrillo mas en el muro (Pink floyd).
Lo que deseo plantear es que PERDEMOS, y de manera dramatica e instauramos otro estado de ser; el de la culpa.
¿Cómo puedo definir la Inocencia o ese estado particular de conciencia, esa Presencia que palpita en cada ser niño? Presencia porque un niño es conciencia del presente en el que vive. De hecho, no son los artistas de cada momento. ¿Cómo es que nos sensibiliza tanto el sentir de un niño descuidado o abandonado? ¿Acaso, no reconocemos en él, el dolor de crecer, la pérdida de la gracia de sentirse vivo y maravillado ante el mundo que le rodea? ¿No es algo así, lo que nos hace sentir el sufrimiento de un niño incomprendido?
La Inocencia se define de múltiples modos, significados frecuentes y próximos en nuestra cultura son; el más alto grado de Pureza de un individuo. La carencia de maldad. La falta de culpa. Puede ser un experimentado como un estado de conciencia elevado, de apertura y liberación de los condicionantes, dogmas, juicios y prejuicios…
Pero la inocencia también se conceptualiza como sinónimo de ingenuidad y de hecho así se recoge en el diccionario de la lengua española, donde ambas acepciones aparecen juntas. Inocencia: f. Estado del alma limpia de culpa. Sencillez, candor, ingenuidad. Referente al Estado ~ de inocencia, o ~ de la inocencia. Aquel en que Dios creó a Adán y Eva en la gracia y justicia original. Dos palabras griegas, ákakos, «sin mal», y ádolos, «sin engaño», expresan el significado del término latino, innocens, «incapaz de hacer daño». Ákakos es el que no tiene malicia y, por tanto, no engaña. Este término, utilizado ya por Demóstenes, designa al que no hace daño a nadie de palabra, pensamiento u obra. El término ádolos, supone la ausencia de engaño consciente o de la intención de engañar. Expresa una cualidad y una gracia consideradas características de la infancia. Los dos términos y conceptos se refieren principalmente a la simplicidad propia de un niño.

En el ámbito jurídico, la inocencia es ese estado de quien no ha sido declarado culpable. Para la filosofia de Cicerón y San Agustín, es el estado de la mente quien no supone, ni hace daño a nadie. Y cree en la integridad moral de todas las personas.
Sin embargo, a medida que crecemos y dejamos de ser niño, ese estado produce resquemor en numerosos mortales. Probablemente mas de uno tenga cierta sensación de malestar derivada de la inocencia. ¿Tal vez un recuerdo del daño sufrido, de alguna perdida? Es ahi, donde se despierta el riesgo que supone ser inocente ¿No son estos los primeros candidatos a ser las víctimas propiciatorias, como todos lo fuimos alguna vez?
Si, resulta curioso admitir la connotación peyorativa, en referencia a una persona excesivamente ingenua y candorosa, carente de cierta experiencia de la realidad de la vida. Rechazamos a veces de modo inconsciente, la inocencia, en los demás y en nosotros mismos, cuando nos sentimos incapaces de reconocer la belleza de tal estado, aunque sepamos que esta representa una conciencia que nos conecta con la vida, de modo que probablemente añoraremos siempre.

Para los poetas contemporáneos como Chantal Maillard, la infancia es un estado original del que todos somos exiliados, y comenta “Cuando los poetas hablan con nostalgia de la infancia no es exactamente a ella a lo que quisieran volver. La infancia a la que aluden no es un lugar ni un tiempo concreto sino un estado de inocencia, cuando no había juicio aún y, por tanto, no se podían efectuar comparaciones, lo cual permite estar en el presente, absolutamente. El paraíso es un estado en el que la conciencia, al no haber diferencias ni tampoco juicio, no es necesaria.”

Es este estado de inocencia lo que nos permite comprender la Presencia del ser en el niño. Desde una perspectiva humanista y recogiendo voces de la psicología transpersonal se afirma que en el interior de cada uno de nosotros mora un niño al que nuestra mente adulta, analítica, conceptualista, ha oprimido y subyuga con el conocimiento, los valores, las normas, la moral social, los miedos… Así Irma Verolin afirma; “El camino espiritual es un camino hacia un estado de inocencia. En realidad es un camino entendido hacia delante, pero es hacia algo que ya conocemos, y en realidad no es un camino hacia atrás aunque ese lugar ya haya sido visitado por nosotros, es un camino hacia adentro donde nuestra inocencia perdida que no está perdida, quedó sepultada. Supongo que se trata de tener ese estado de conciencia que tienen los niños en el que no se cualifica, no se juzga, no se mide. No se refiere a ese concepto decimonónico que concebía a los niños puros, irreales luego barrido por Freud, no, se refiere a un modo de percibir la realidad que es propia de los niños.”

Resulta interesante esta opinión ya que permite matizar todavía mas ese estado de conciencia característico, dejando a un lado la falsa idealización y los prejuicios morales en relacion a la sexualidad. La sexualidad de un niño no es la de un adulto. Y esta sexualidad es creativa y recreativa.

 El párrafo siguiente de Shakti Genaine (experta en Psicosíntesis) es elocuente, sin dejar de rendir culto a la belleza de ser niño; “En un momento de su pequeña vida, cada niño debe sacrificar- ¡en aras de la civilización!- su bien más preciado: su Presencia en el mundo.
¿Quién de nosotros no recuerda con nostalgia esos intensos momentos de la más tierna infancia, esa riqueza de olores, de sonidos, de sensaciones, la impresión de pertenecer al mundo a través de todas las fibras del cuerpo, sin separación? Las estaciones, con sus colores particulares, los amores, los sentimientos que iban al ritmo de la conciencia, arco iris de la vida que atraviesa el cuerpo; los días parecían formar parte de un Presente que no cesará jamás.
Sin embargo, poco a poco, cada uno de nosotros ha abandonado el arco iris.
Insidiosamente la vida ya no está construida con sensaciones, sino con ladrillos mentales unidos por el cemento del pensamiento. Poco a poco nos hemos encerrado en nuestro puesto en la corriente del progreso, del saber, de la civilización. Hemos olvidado. Hemos perdido la Presencia. Nos hemos convertido en máquinas programadas para el trabajo, la Patria, la familia, el consumo, el sexo, las diversiones. Pero en lo más profundo el niño duerme, el niño ríe y llora. El niño está siempre ahí, sabiendo lo que es la Presencia, enraizado en Ella: el niño que se maravilla y se asombra ante el espectáculo del mundo.
Para nosotros, convertidos en adultos serios integrados en una vida social compleja, este pasado está irremediablemente fuera de nuestro alcance.”

En la concepción religiosa, la recuperación de la inocencia está ligada al perdón y, en general, a ciertos ritos. En otras culturas, como en el Islam, el musulmán que peregrina a la Meca retorna purificado e inocente como un recién nacido.
El filosofo, Jean-Jacques Rousseau se refiere a la verdadera naturaleza del hombre cuando habla de educación y de la bondad del hombre cuando nace. Aquí, el estado de inocencia, pretende ser más que un hecho histórico, sino también un estado hipotético o un ideal racional, en contraposición a la corrupción de las formas históricas de la sociedad. En este sentido resulta un estado deseable que es posible construir.

En este mismo sentido el judaísmo, donde el pecado se concibe como la perdida de la inocencia, es algo que se ha de restaurar. Especial significación tiene en el cristianismo con la figura de Jesús de Nazaret. Aquí la Presencia o el estado de ser niño, es la verdadera clave para alcanzar el estado de gracia espiritual y la autenticidad del Ser; el Reino de Dios. En diversos pasajes Jesús el Cristo, resulta contundente:
"Le presentaron unos niños, para que los tocara; pero los discípulos los reprendían. Viéndolo Jesús, se enojo y les dijo; dejad que los niños vengan a Mí y no los estorbéis, porque de ellos es el reino de Dios. En verdad os digo, que quien no recibe el reino de Dios como un niño, no entrará en él. Y abrazándolos, los bendijo y les impuso las manos." MARCOS, X, 13-16
En otros momentos del Nuevo testamento. Jesús, torna su elocuencia en agresiva advertencia, puesto que realiza proclamas para salvaguardar tal estado:
Dijo Jesús a sus discípulos, mostrándoles un niño: "El que por Mí recibiere a un niño como éste, a Mí me recibe; y el que escandalizare a uno de estos pequeñuelos, que creen en Mi, mas le valiera que le colgasen al cuello una piedra de molino de asno, y le arrojaran al fondo del mar." (SAN MATEO, XVIII, 5-6.)
En numerosos pasajes de los evangelistas, se redunda una y otra vez, en la idea del reino de Dios que vive en los niños, o al que es posible alcanzar si recuperamos su inocencia, en MATEO, XVIII, 1-4: "Se acercaron los discípulos a Jesús, diciendo: ¿Quién será el más grande en el reino de los cielos? Y llamando a Sí a un niño, le puso en medio de ellos, y dijo: En verdad os digo, si no os mudareis e hiciereis como niño, no entrareis en el reino de los cielos. Pues el que se humillare hasta como un niño de éstos, ese será el más grande en el reino de los cielos."

De una manera sintética se podría destilar dos concepciones a cerca del estado de Inocencia, presente en el ser humano:
La inocencia primera en la que vinimos al mundo, es la del niño, símbolo del jardín del Edén, representan la pureza arquetípica (como dirian los jungianos), esa inocencia inconsciente que es Presencia viva en el mundo.
La segunda inocencia, es un ideal, un viaje de retorno al Ser, a través de la Consciencia, donde recuperamos la verdadera identidad. Allí donde la belleza se manifiesta como un nuevo orden, donde revelamos la armonía de la felicidad y la fortuna como nuestro legitimo destino. Cuando podemos desnudarnos de todos los artificios y condicionamientos. El Reino de Dios.




Juan Carlos Míguez Poza