jueves, 17 de julio de 2008

La Anatomia del Amor II



(continuacion)...Todos ustedes, por estar en el camino, saben qué tentador parece ser este juego y cuán insatisfactorio y restrictivo es realmente. Te hace fluctuar constantemente entre acusar con despectiva superioridad para recriminarte
y culparte de modo mórbido. Las acusaciones nunca te convencen profundamente porque, por verdaderas que puedan ser algunas de ellas, sufres la incertidumbre que proviene de ocultarte de ti mismo. Entonces encuentras imposible amarte y estimarte en un nivel consciente. Oscilas entre el odio consciente a ti mismo y el odio a los demás, y ése es verdaderamente un estado muy doloroso que no es necesario que soportes.
Ustedes, en su mayoría, fluctúan entre el odio a sí mismos y el odio a los demás. Todavía tienes que encontrar los lugares de tu ser interior en los que aún vives en la pseudo solución de amarte siendo indulgente contigo mismo, culpando a los demás, excusando y justificando los rasgos de tu yo inferior y, como resultado, prodigando acusaciones a los demás de modo aún más severo. Entonces tu visión de ti mismo y de los demás de algún modo está siempre desequilibrada; vives en una confusión interior a causa de tu frenético intento de ocultarte tu odio a ti mismo. Cuanto más haces esto más crees, equivocadamente, que éste es el modo de alcanzar el amor a ti mismo y la autoestima. La percepción verdadera y libre de culpa de las malas acciones de otras personas, vistas claramente como algo separado de tus propias malas acciones, vendrá cuando te deshagas de la solución falsa. Vendrá cuando busques arduamente alcanzar un equilibrio veraz al enfrentar tu yo inferior con honestidad, y al amarte y honrarte más no a pesar de este descubrimiento acerca del yo inferior sino a causa de él.

La tragedia de esta pseudo solución a tu odio a ti mismo es que, en tanto la uses, te volverás más alienado del verdadero amor a ti mismo y la verdadera autoestima. Por lo tanto, si quieres encontrar el modo real de amarte, es absolutamente necesario que constates que te falta equilibrio, que estás en el camino equivocado para encontrar tus verdaderos valores divinos eternos y que estás tratando de eliminar el odio a ti mismo por medios falsos. En el momento en que puedas admitir esto, podrás abrir tu corazón y tu mente a todos tus valores verdaderos, podrás empezar a darte un reconocimiento honesto sin ocultar ni justificar nada. Y por sobre todo, podrás abrirte a la inspiración interior que te guiará a experimentar cómo puedes reconocer tu yo inferior sin quedar atrapado en el odio a ti mismo. Entonces verás claramente que cuanto más lo haces, más puedes amarte y respetarte de verdad.
Ahora bien, al amarte de modo verdadero, sin ser indulgente con tu yo inferior y sus demandas infantiles, encontrarás que ser firme contigo mismo es una expresión de amor tanto como lo es la ternura. Si puedes ser firme contigo mismo, como opuesto a desvalorizarte de modo autodestructivo y sin amor, también podrás ser tierno contigo mismo. Emergerá claramente un hermoso equilibrio: la autodisciplina, la estricta honestidad con el yo y la firmeza con respecto al deseo del yo inferior de ponerse en acción, creará respeto, ternura y profundo aprecio por el yo. La distorsión de este equilibrio es la autoindulgencia a expensas de los demás y el lacerante odio a ti mismo. Al principio la distorsión es inconsciente y es necesario percibirla a través de sus manifestaciones indirectas.
Sólo cuando buscas y alcanzas de modo gradual el equilibrio correcto puedes ser receptivo a tu propia divinidad y finalmente fusionarte con ella y encontrar en ella tu identidad. En una meditación del tipo más profundo le otorgas tierno amor a cada aspecto de tu manifestación, cada órgano que no amas, cada actitud, por distorsionada que sea. Una vez que te hayas enfrentado de verdad contigo mismo, podrás encontrar tu divinidad subyacente. Pero esto es genuinamente posible sólo cuando ya no excusas, ocultas, niegas, racionalizas, proyectas y odias a los demás para no sentir tu odio a ti mismo.
El odio a ti mismo es una prisión en la que estás verdaderamente sofocado y de la que buscas una salida.
Por largo tiempo en la evolución humana, no se ha hecho consciente la búsqueda de una salida de esta prisión particular. Cuando estás comprometido con un camino intenso como éste y lo sigues de modo consistente, una toma de conciencia del odio a ti mismo sale a la superficie. Al principio, esta conciencia creciente no incluye el conocimiento de que esta condición interior ha prevalecido siempre. Ni tampoco ves que estás a punto de eliminarla al seguir avanzando en el camino con determinación. A menudo la gente cree que la orientación particular del camino externo crea este creciente odio a sí mismo. Por supuesto que no está creciendo realmente; sólo está creciendo tu conciencia, pero desde el punto de vista del individuo aún aprisionado, parece ser de esa manera. Tal percepción errónea a veces crea miedo de este camino e ira contra él, y te aferras a la vieja ilusión “protectora” de que tus sentimientos dolorosos de rechazo de ti mismo son causados por algo o alguien que está afuera. En tales instancias todavía deseas la vieja pseudo solución, aunque sólo sea bajo la forma de adormecer tus dudas de ti mismo a través de un enfoque positivo unilateral. Sin embargo, si esta etapa crucial del camino se supera con éxito y la tentación de huir de ella se reconoce inteligentemente por lo que es, entonces la toma de conciencia de esta lucha en particular ya es una liberación. Pero en tanto estés bajo la impresión de que otras personas o condiciones te imponen tu falta de libertad, luchas en vano y, de hecho, sólo aprietas las cadenas que te atan.

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