lunes, 14 de enero de 2019

DIALOGO LUMINAR Papo – 4.Violencia


Que desea saber de mi infancia…
Entiendo que todo cambio viene dado por una reflexión y comprensión.
A cerca de los obstáculos y la vida de uno. Claro, y de los éxitos y fracasos.
Sé que los cambios emocionales  son efímeros.
Eso lo conozco muy bien. Son reacciones del momento sin continuidad en el tiempo. 

Recuerdo que de pequeño lo que más me preocupaba era que me dejaran solo,
y recibir el castigo de los adultos.
Aprendía a evitar el dolor y el miedo imitando a mis hermanos mayores.
Si es verdad, temía a mi padre, y a mi madre. Desobedecer era peligroso.
Y aun así… era inevitable a cierta edad.
Mi padre fue un buen tipo, eso sí con reacciones emocionales explosivas.
No estaba mucho en casa. Mi madre lo presionaba demasiado psicológicamente.
Se sentía responsable del bienestar de todos. Y a cambio exigía fidelidad y esfuerzo.
Mi madre vivía en un estado de ansiedad permanente, trataba de seguir e imponer las reglas, se alimentaba de chismes, engaños y traiciones.
Nunca fue cálida con sus hijos, sino temperamental, impulsiva, exigente con ciertas cosas hasta la obsesión, y siempre ocupada o preocupada.
Demasiado inestable para ser feliz o algo parecido.
A mis hermanos y a mí, nos criaron las mujeres.
Mi casa y la escuela eran su dominio. Así fue hasta los 8 años.
Ellas eran agresivas físicamente aunque solo con los varones.
Podían utilizar toda clase de objetos para golpearnos. Era parte de la buena educación.
En el colegio las profesoras pegaban ostias en la cara sistemáticamente, todos los días.
De hecho con pocos años, aprendíamos a escaparnos de la escuela.
Para aquellas profesoras éramos como pequeños salvajes que había que domesticar.
No sé si la idea sigue vigente. Supongo que en algunos entornos todavía.
Y Digo ostias porque también se repartían en el nombre de dios. Y del hijo de este.

A mí aquel maltrato físico y psicológico, lleno de amenazas me generaban temor, soledad y mucha rabia. Pegaban por ser un niño. Por moverte, por jugar, por hablar, por reírte, por correr, por gritar… que se yo. Al final acabas meándote en clase. Y con pesadillas nocturnas.
Bueno es verdad, ahora los drogan para que estén quietos y sean inofensivos. Es la enfermedad que se han inventado para facturar más. Y que las señoritas maestres no se estresen tanto y no peguen a los niños…No se que es peor...
Aquello fue excesivo, una letra mal leída y un tirón de orejas o unas orejas de burro en el encerado… Cosas triviales de entonces. Luego estaban los excesos...
No les importaban que tuviéramos 4 – 5 – 6  años. No sabían lo que significa ser niños o si?

Supongo que esto no es nada nuevo para nosotros que pasamos de los cincuenta.
Era difícil ser niño y no acabar convertido en un ser violento.
Pienso que más de la mitad de aquella quinta con la que coincidí, ya está criando malvas.
Es verdad, que hubo una época donde nos metíamos de todo. Pero como evitarlo?
Primero fuimos rebeldes, agresivos, radicales. Jugábamos con fuego, con los límites y las creencias de una sociedad rígida anclada en el pasado.
Luego llegaron las drogas, y aquello fue una verdadera locura. La perdición.
Muchos quedaron ahí. Unos pocos con suerte se reformaron.
Y sin embargo, cuando creyeron que lo habían superado, llego el SIDA y arraso de nuevo.
Había como una especie  de necesidad grande de reventar o reventarse por dentro.
Un impulso ciego y destructivo. Atrapados en nuestra propia cárcel sin ningún apoyo.
Pienso que lo hacíamos para salir, para estar en el mundo.
Vivir con todos los traumas y la rabia encubierta.
Nada que ver con los perro-flautas de hoy, no habíamos elegido ese camino.
La brutalidad recibida y nuestra necesidad de libertad nos llevaban sin remedio a ser agresivos con nosotros y con el mundo.
Muchas chicas y de buena familia se engancharon a este remolino.
La adolescencia fue una etapa terrible.

En buena medida me considero un superviviente. Hay una parte de mí que se sorprende por haber vivido tanto. Crear una familia me llevo a refrenar ciertos impulsos.
Si fuera capaz de escribir un libro, contaría todas aquellas atrocidades, que escandalizarían y saldrían en las noticias de haber ocurrido en los tiempos actuales.
Puede que hubiera afortunados y les tocara un hogar  con una familia pacífica.
Esta dejaba de existir al acabar en aquellos prestigiosos colegios de la iglesia.
Que todavía siguen funcionando. Ahora como banderas de la buena educación.
Quien no se ponía enfermo  con aquella violencia?
Todos mis temores proceden de esa época de los 3 años en adelante.
La gente intenta olvidar quien ha sido. Y lo que ha vivido.
Esto parece  salvarles solo para llevar una vida rutinaria y alienante.

He llorado mucho en mi infancia. De rabia, de tristeza, y de dolor.
Y creo haber enfermado con la rabia que sentía.
Imagino que cualquiera de aquellos compañeros, y algunos acabaron en la cárcel como delincuentes, podían  haberse convertido en criminales.  A mí no me sorprendería.
A veces me preguntaba si la intención era que fuésemos como ellos, gente despiadada o enajenada de sí mismo, para tomar las riendas del mundo con la misma ferocidad y violencia. El poder para gobernar.
Todo lo recibido era una herencia cargada de crueldad.
No había manera de salir del circulo… porque no había amor.
La violencia del estado, de la familia. La violencia de las madres. La violencia de las educadoras. La violencia de la iglesia y sus sacerdotes. La violencia de la fe. La violencia de los padres con sus hijos. La violencia sexual ejercida por aquellos que la reprimían. La violencia ejercida por los grupos. La violencia médica, política, militar, educacional, artística… Una violencia que no tiene final ni principio… porque estaba en la condición de venir al  mundo en aquella España de los 60.
Una violencia encarnizada contra todo españolito que venía al mundo.
Nada de esto se quiere ver ni recordar. Es molesto. No interesa saber las causas de lo que hoy todavía vivimos. Pues estos son los efectos de aquello.
Mal va un país que no quiere aprender de sus errores, que pierde la memoria, para no verse en el espejo de lo que ha sido. Para poder elegir otro camino.
Supongo que lo mismo es aplicado a cada uno de nosotros.
Con respecto a mí, todavía me siento una víctima y al mismo tiempo un ser violento.
Que repite sin cesar este círculo vicioso con un mismo destino.
Imposible de refrenar de salir...
Aprendí a amar y a odiar a base de golpes.
Algo se quedó grabado en mis entrañas.
Tal vez por eso destruyo aquello que amo.


 

No dudaría
Si pudiera olvidar
Todo aquello que fui
Si pudiera borrar
Todo lo que yo vi
No dudaría
No dudaría en volver a reír
Si pudiera explicar
Las vidas que quite
Si pudiera quemar
Las armas que use
No dudaría
No dudaría en volver a reír
Prometo ver la alegría
Escarmentar de la experiencia
Pero nunca, nunca mas
Usar la violencia
Si pudiera sembrar
Los campos que arrasé
Si pudiera devolver
La paz que quité
No dudaría
No dudaría en volver a reír
Si pudiera olvidar
Aquel llanto que oí
Si pudiera lograr
Apartarlo de mí
No dudaría
No dudaría en volver a reír
Prometo ver la alegría
Escarmentar de la experiencia
Pero nunca, nunca mas
Usar la violencia



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